Vistas de la ciudad de Florencia al atardecer, desde Piazzale Michelangelo
Aprovechando las vacaciones de Navidad, decidimos volver a Italia, partiendo esta vez hacia el frío norte, concretamente a Florencia (Firenze), la capital de la región de la Toscana.
Florencia, considerada desde el siglo XV como la cuna del Renacimiento, ofrece al visitante las obras maestras de la arquitectura y el arte renacentista:
- El Domo o cúpula de la Catedral de Santa Maria del Fiori. La cúpula, diseño de Brunelleschi, es más grande incluso que la de San Pedro en El Vaticano (Roma)
- La Galería de la Academia. Muestra la escultura del "David" de Migulel Ángel
- La Galería Uffizi. Donde podemos encontrar "El nacimiento de Venus", de Botichelli, o "La Anunciación", de Da Vinci
- Ponte Vechio
- Río Arno...
Vídeo documental sobre Florencia
Pero, sobre todo, Florencia es un lugar mágico que permanece intacto, ajeno, en la medida de lo posible, al paso del tiempo, y que nosotros disfrutamos durante casi 4 días.
Debido a que no hay vuelos directos desde Alicante a Florencia o, en su defecto, a Bolonia, reservamos el vuelo hacia Milán. Partimos desde Alicante, donde dejamos el coche en el parking del propio aeropuerto aprovechando la tarifa que tienen de “fin de semana” por 25 euros. A la una de la tarde salió el vuelo a Milán-Malpensa, donde aterrizamos sobre las 15:10 h.
Es cierto que la logística para llegar a Florencia desde Murcia fue algo larga, ya que una vez aterrizamos en el aeropuerto de Milán tuvimos que coger un autobús que nos dejara en la estación de tren “Milano Centrale”, desde donde coger el tren hacia Florencia.
Estación de trenes Milano Centrale (Milán)
Llegamos a Milano Centrale sobre las 16:30 h, y nuestro tren no salía hasta las 18:10 h, por lo que dedicamos tiempo a ver la estación. La estación de trenes de Milan es, sin duda, una de las más bonitas de Europa. Tomamos un delicioso gelatto en la heladería Venchi (las veréis por toda Italia) para coger fuerzas, y nos embarcamos en el ave Frecciarossa, que nos llevó puntual, en poco menos de 2 horas, hasta Florencia. Usamos este medio de transporte rápido, cómodo y sin apenas paradas, tanto para ir a Florencia como para volver a Milán el último día. Nos costó más caro que los propios billetes de avión, pero los trenes son cómodos y rápidos, y te permiten llegar a tu destino en el tiempo planeado.
Lola tomando un helado en la heladería Venchi, estación de trenes de Milán
El tren nos dejó en la estación de trenes principal de Florencia, Santa María Novella, y cogimos un taxi que nos dejó en el apartamento "Locanda De' Ciompi". El taxi en Florencia es caro, como luego nos confirmó la dueña del hostal. Este B&B está en pleno centro de la ciudad, a menos de siete minutos andando del Duomo de Florencia. Las tres noches, incluyendo desayuno y tasas (3 € por persona y día), costaron 178 euros. La relación calidad-precio es muy buena, la atención y amabilidad de la chica fue total; en la habitación disponíamos hasta de tetera, y si queréis estar en pleno centro de la ciudad con todas las comodidades, este es vuestro sitio. Nosotros lo reservamos a través de booking con unos dos meses de antelación. ¡Todo un acierto! Como llegamos a las ocho y media de la tarde al apartamento, tuvimos que llamar a la chica, pero tardó menos de cinco minutos en personarse allí. Nos agradó su amabilidad en todo momento. Mientras nos entregaba las llaves, nos dio una guía y un mapa de Florencia en español, y nos explicó y mostró los principales sitios a visitar. Al no ser un hotel, no tiene restaurante propio, por lo que el desayuno era en un bar que estaba a 30 metros del apartamento, llamado Platz. Jetmira, la encargada del apartamento te entrega unos bonos de desayuno para cada día de tu estancia, que incluyen un café, un zumo de naranja, un croissant y una tostada con queso, por persona.
Durante nuestra primera noche salimos a inspeccionar un poco el centro histórico y la primera vez que vimos la catedral Santa María del Fiore nos quedamos sorprendidos de su altura y envergadura. Cuesta imaginar cómo pudieron realizar semejante obra arquitectónica. Y es que, sin duda, tiene mucha razón la frase que afirma que “Florencia es un museo al aire libre”. Eran las nueve y media de la noche y el centro estaba bastante solitario, cosa que recomendamos especialmente a la hora de tomar fotos, ya que por el día todas las calles y plazas de Florencia están congestionadas de gente. Si quieres la típica foto en la que solo sales tú y el monumento en cuestión, ¡hazla por la noche! Eso lo hemos aprendido tras varios viajes a ciudades concurridas... Eso ¡y que los chinos son los que mejores fotos te hacen! ;-)
La Catedral de Santa María del Fiore de noche, con la cúpula Brunneleschi o Domo
Llegó la hora de cenar y elegimos el restaurante Florentia. Fue una cena espectacular. Pedimos el plato típico de Florencia, el bistec a la Fiorentina, y un plato de embutidos típicos de la Toscana. La comida estaba de diez y, además, el local es realmente acogedor. Al no estar pegado a la catedral, sus precios son razonables, y la comida estaba buenísima. Muy recomendable.
Amanecimos en Florencia por primera vez. Tocaba desayunar fuerte en el desayuno que incluía nuestra estancia en el hostal, ya que a las 9:30 h teníamos la reserva para subir a la cúpula de Brunneleschi o Domo. Os recomendamos reservar la subida con antelación, puesto que es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad y, por tanto, está llena de turistas, sobre todo personas de origen chino. De hecho, sin ser la época en la que más visitantes recibe Florencia, suele ir más gente en primavera, las taquillas del mueso de la catedral mostraban el cartel de "no hay billetes disponibles hasta dentro de 5 días".
Escaleras que suben a la parte más alta de la catedral
La subida consta de 463 escalones que, a priori, pueden asustar, pero nada que no se pueda superar. Yendo despacio y tomando aire puedes subir sin problema. Aunque es cierto que vimos gente, sobre todo personas mayores, que tenían que descansar con frecuencia, y se apartaban a los lados de la estrecha escalera y tenían cara de agobiados. Otros se quejaban de dolor en las articulaciones, pero es un esfuerzo que pronto se ve recompensado cuando, a mitad de trayecto, desembocas en el interior de la cúpula donde se pueden observar de cerca los frescos que componen su bóveda. Es un buen momento para tomar aliento para continuar con el tramo final que, si bien es cierto que es el más “duro”, merece la pena cuando subes el último escalón y ves Florencia a tus pies.
Vistas de la ciudad de Florencia desde lo alto de la cúpula Brunelleschi
La entrada a todo el complejo cuesta 18 euros, e incluye tanto la subida a la cúpula como la visita a la catedral, al Baptisterio y al museo de la ópera durante 72 horas, por lo que hay tiempo de sobra para visitar los monumentos. Nosotros entramos al baptisterio y al museo de la ópera del duomo. La famosa “Puerta del paraíso”, que se hallaba en el baptisterio, fue trasladada al museo para su mejor conservación, por lo que recomendamos que visitéis dichos sitios si queréis conocer algo más de su historia. Tenéis que saber que todos los monumentos y obras de arte que se exponen en el exterior, por las calles y plazas de Florencia, son copias y que las originales se conservan en los distintos museos de la ciudad.
Bajamos de la cúpula y partimos de ruta a pie, por las principales calles y plazas de la ciudad, como nos gusta a nosotros: caminatas casi sin rumbo... Visitamos la “Piazza de la Republica” (Plaza de la República) y la “Piazza de la Signoria” (Plaza de la Señoría), siendo en esta última donde se encuentra el Palazzio Vecchio y las galerías de los Uffizi. Nosotros no entramos ni a la galería de los Uffizi ni a la galería de la Academía, donde se encuentra el David de Miguel Ángel, pero, si queréis ver dicha escultura, tenéis que saber que hay dos réplicas del mismo en la Plaza de la Signoria y en la Piazzale Michelangelo, esta última de un curioso color verde.
Otro de los lugares que no podíamos dejar de visitar es el “Ponte Vecchio” o Puente Viejo, un puente de piedra medieval cuya superficie está repleta de construcciones, siendo uno de los puentes más famosos del mundo y con una historia bastante singular. ¿Sabíais que en él hay tiendas de joyas, pero que antes había puestos de vendedores de carne? Dicen por ahí que los primeros vendedores establecían sobre el puente sus puestos de venta porque era un lugar libre de impuestos. También aseguran que aquí surgió la palabra "bancarrota", para referirse a un negocio que tiene que cerrar porque no puede pagar las tasas o a sus proveedores, debido a que los soldados rompían la mesa (banca viene del latín "bancus" que significa banco o mesa) de los comerciantes que no podían pagar las tasas.
Puente Viejo o Ponte Vecchio
Nuestra idea era, después de comer, subir a Piazzale Michelangelo para ver las vistas de Florencia al atardecer, pero se nos hizo algo tarde y lo pospusimos. Ese día comimos al pie de la colina, en un restaurante con las mejores pizzas y pasta que hemos probado. Se llama “Il tarocchi” y es cocina tradicional de la Toscana. Os lo recomendamos totalmente si queréis comer bien y a precio razonable. ¡No os olvidéis de probar su crema catalana de postre!
Anduvimos por la zona hasta que, una vez que descansamos y llegó la noche, decidimos, gorro y guantes puestos, partir a Piazzale Michelangelo para ver las vistas de la ciudad de noche. Merece mucho la pena y, además, como estaba decorado todo con motivos navideños, el encanto es mucho mayor.
Vistas de la ciudad de Florencia de noche, desde la Plaza de Miguel Ángel o Piazzale Michelangelo
Llegó otro día, la mañana del sábado...
El tercer día de nuestro periplo italiano partimos en tren rumbo a Pisa. La idea era pasar media mañana en esa ciudad y conocer sus principales monumentos. Nosotros reservamos los billetes de tren desde casa, pero puede hacerse en la misma estación sin problemas. El precio es de 16 euros por persona, ida y vuelta, y tarda una hora en llegar desde Florencia.
La llegada a la estación central de Pisa puede causar algo de confusión, ya que te indica dos salidas, una a la parte norte residencial y otra a la parte del casco histórico. Nuestro instinto nos confundió al principio, como pasa el 50% de las veces, y nos equivocamos de salida, pero nada que no se pueda arreglar con Google Maps y caminando unos metros más.
El trayecto de la estación de Pisa a la Torre inclinada de Pisa es de unos 25 minutos andando. Cabe destacar que también se cruza el río Arno, como en Florencia, y que cuando llegas impresiona la zona del Duomo, pero, sinceramente, creemos que Pisa no tiene mucho más que ofrecer, así que el único aliciente es hacerse la típica foto de hacer como que sujetas la torre, te la comes, la metes en la mochila y cualquiera de sus variedades...
La Torre de Pisa
Ya de vuelta en Florencia, volvimos a comer en “Il Tarocchi” para coger fuerzas y subir de nuevo a Piazzale Michelangelo, pero esta vez para contemplar el atardecer. ¡Subimos por los pelos! Ver Florencia con esos colores anaranjados del atardecer de invierno sobre sus tejados es digno de ser reflejado en un lienzo, por lo que recomendamos que dediquéis algún momento de vuestro viaje para ello. Una vez se puso el sol, descendimos la colina y paseamos por la orilla del río Arno, esta vez en dirección contraria. Salimos del casco histórico y descubrimos la “Florencia moderna” con sus complejos residenciales. Anduvimos un rato hasta que llegamos a una calle comercial, abarrotada de gente que, casualmente, derivaba en nuestro hotel. Picoteamos un poco y a descansar.
El último día...
Nuestro último día por Italia lo dedicamos a visitar Milán; nuestro vuelo de vuelta partía desde allí y nos pillaba de paso. Una vez llegamos a “Milano Centrale”, dejamos nuestro equipaje en un almacén que hay dispuesto para ello. Dejas tu maleta por 6 euros durante cinco horas (6 euros por bulto. Un poco caro, sí, pero salva la vida porque te permite seguir viajando sin arrastrar maletas). Así, si tienes “tiempo muerto” entre viaje y viaje y quieres dedicarlo a visitar la ciudad, puedes ir despreocupado. Echamos a andar desde la estación de tren hasta el casco histórico: unos 35 minutos a pie. En metro hubieran sido 3 minutos por la línea 2, pero Álvaro se empeñó, como siempre, en que quería recorrer esa zona menos turística de Milán. Caminar por donde no caminan los turistas es su obsesión cada viaje. Llegamos a las galerías Vittorio Emmanuel que, decoradas por Navidad, estaban realmente impresionantes. Las galerías están repletas de tiendas de lujo y restaurantes y, seamos honestos, son solo aptas para ciertos bolsillos. La pena fue la gran cantidad de gente que abarrotábamos toda esa zona, algo normal estando en fin de semana y en plenas fiestas de Navidad. Salimos a la gran plaza donde se halla la catedral de Milán o “Duomo”, imponente su estilo gótico. No tuvimos tiempo para visitarla por dentro, pero recomendamos su visita (ya lo hicimos en una ocasión anterior y merece la pena, incluso puedes subir a lo más alto y contemplar las vistas de la ciudad). El precio de la entrada es de 7 euros, puedes sacarla in situ (prepárate para hacer cola) o bien online. Se nos hizo la hora de comer y lo hicimos por casualidad en “Café de Ville”, en la Vía Dante (calle peatonal y comercial) donde degustamos dos platos de pasta y una pizza que nos harían aguantar hasta la hora de cenar.
Galleria Vittorio Emanuele II, Milán
Se nos hizo la hora de regresar, y esta vez sí que cogimos el metro que nos dejó en Milano Centrale en un abrir y cerrar de ojos. El precio del ticket de metro en Milán es de 2 euros. Una vez llegamos a la estación de tren, cogimos nuestro equipaje y tomamos el autobús (el mismo que usamos a la llegada a Italia) que nos dejó en el aeropuerto en menos de una hora. Facturamos nuestra maleta; pasamos el control de seguridad, y nos tomamos un último “gelatto” de despedida. Nuestro vuelo estaba programado para las 20:45 h, pero, por inclemencias meteorológicas debido a la gran niebla que cubría Milán ese día, algunos vuelos fueron retrasados y, por consiguiente, el nuestro fue afectado. La espera fue eterna, ya que embarcamos a las doce de la noche (hora a la que tendríamos que estar en casa) y acusábamos el cansancio de los días anteriores, pero el piloto pisó el acelerador a fondo del avión y a la una y media de la madrugada aterrizábamos en Alicante, y agotados poníamos fin a cuatro días tan intensos como maravillosos.
"Siempre viajamos y vivimos tratando de hacer de cualquier momento la mayor aventura de nuestras vidas"
Álvaro y Lola finalizando el viaje frente a la Catedral de Milán o Duomo di Milano