A la cigarra (chicharra) todos la conocemos por la famosa fábula de 'La cigarra y la hormiga'. Ya saben: mientras una, la primera, se pasa el verano cantando ociosa, la otra se pasa el día recolectando alimentos para poder sobrevivir al duro invierno que llegará más pronto que tarde. Todos sabemos cómo acaba y su moraleja, pero ¿en serio es la cigarra un insecto tan holgazán? Esta reflexión me ha venido a la cabeza esta mañana, mientras montaba en bicicleta de montaña por el Coto Cuadros de Santomera (Murcia), cuando, de repente, caí en la cuenta del "canto" de chicharras que atronaba a cada paso, en cualquier dirección, a mi alrededor. Lo podéis escuchar vosotros mismos en este vídeo que grabé del momento:
El sonido que emiten las cigarras es constante y muy fuerte, y cada especie tiene su tonalidad y matiz diferente. Según he leído por ahí, algunas cigarras pueden llegar a superar los 100 decibelios a medio metro de distancia, teniendo en cuenta que a partir de 65 decibelios diurnos y 55 decibelios durante la noche sería un sonido prohibido por la legislación, no he podido evitar preguntarme ¿por qué emiten ese sonido de esa manera? De mi banco de datos, llamado "me suena que...", he sacado la vaga idea de que lo hacían para refrigerarse, es decir, como una medida que adoptan para luchar contra el calor. Craso error.
No sé de quién, ni de dónde pude sacar esa fallida información, ya que al llegar a casa he averiguado que el verdadero motivo por el que las cigarras emiten ese sonido (si le llamamos canto, tendremos que añadirle el adjetivo 'horrible') es para atraer a las hembras. O sea, que están en celo. Esto tira por tierra todas esas teorías de que el canto de la cigarra avisa de que hace calor (¿no me digas? algo sospechaba al notar los chorretes de sudor resbalando por mi espalda) y de que va a seguir haciendo mucho calor, como alguna vez escuché decir a mis mayores siendo yo un niño.
La vida de una cigarra se resume tal que así: las hembras ponen sus huevos y mueren poco después. Los insectos jóvenes (ninfas), que salen de esos huevos, caen al suelo y penetran en la tierra, donde permanecen durante muchos años (de 2 a 17 años, dependiendo de la especie) alimentándose de la savia de las raíces de los árboles. Después de ese periodo, salen a la superficie a través de túneles cavados por ellos mismos y sufren una muda de piel, transformándose en adultos con alas y genitales listos para el apareamiento.
Esto ocurre durante los meses de mayo y junio, por lo que en los meses de más calor (julio y agosto) estos insectos se encuentran en pleno apareamiento. Tras el mismo, los machos pueden llegar a morir debido a la diferencia de presión sonora que producen, y las hembras mueren poco después de poner sus huevos. De ahí la famosa frase del poeta japonés Basho, "nada revela, en el canto de la cigarra, que pronto morirá". Lo cual está relacionado directamente con la fábula de "la cigarra y la hormiga" que nos contaban de pequeños. Aunque, pensándolo bien, la moraleja de esa fábula no es justa con la pobre cigarra, ya que su actitud pasota no es voluntaria, sino fruto de su propia naturaleza cumpliendo con la época del apareamiento.
Y bien. Aprendido esto, mañana, cuando vuelva a rodar por esos montes con mi bici de MTB y escuche el fuerte canto sexual de los machos chicharras, ya podré intuir que estoy atravesando zonas de insectos en busca de apareamiento furtivo y fugaz, lo cual seguro que me hará recordar esas noches en las discotecas de verano que solía frecuentar en mis tiempos mozos, aunque con poco o ningún erótico resultado, salvo alguna vez como aquella que bla, bla, bla...
¡Ah!, se me acaba de ocurrir un chascarrillo cigarril: ¡¡te casas menos que una cigarra en invierno!!