Me llamo Laura, y así empecé a montar en bici

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laura tercera caravaca mtbRecuerdo que me aproximaba temerosamente a la treintena, ahora ya voy por los 31 y sumando, y con esa edad una ya tiene bastante asentados sus vicios y manías… Entre esas manías no parecía estar aficionarme al Mountain Bike. Pero sucedió. Y ahora puedo decir que gracias a la bicicleta he cambiado unas manías por otras más sanas, y he dejado atrás ciertos vicios inconfesables. Pero mi contacto con el deporte en general empezó unos años antes…

Bien pasados los 25 años, comencé en el típico gimnasio de barrio, y como todas las chicas, supongo, lo hice porque quería conservarme bien, lucir un estilizado cuerpo en verano y, ¿por qué no? tratar de cuidar mi salud lo máximo posible, aunque el tabaco me delatara. El tabaco, y lo que no es el tabaco, era algo que me acompañaba desde mi época de instituto, por lo que no me planteaba dejar de fumar a corto plazo. Me gustaba.

El caso es que ahí estaba yo, apuntada al gimnasio, asistiendo a todo tipo de clases habidas y por haber. No se me daba mal el deporte, incluso hasta hice algo de kickboxing, y años atrás había practicado fútbol sala femenino en el colegio y el instituto. Las clases dirigidas me encantaban, la verdad, y el deporte ya formaba parte de mi rutina semanal. Pero el tabaco seguía siendo mi vicio favorito.

Unas navidades me regalaron unas zapatillas de ciclismo con calas que me hicieron mucha ilusión. Era algo que no me esperaba. Siempre había recibido como regalo el típico perfume o algo de ropa. A los pocos días, fui a la tienda de mi barrio a comprarme un pantalón culotte de los baratos para hacer ¿spinning? ¿eso qué era? La única clase del gym que me quedaba por tocar, y no me había interesado por ella hasta aquella Navidad donde me regalaron las zapatillas de ciclismo.

Empecé a entrar a las clases de spinning. Al principio, sólo un día a la semana, pero pronto pasé a dos, luego a tres, hasta llegar incluso a ir los sábados y los domingos. Me gustaba la sensación que experimentaba sobre la bicicleta estática pedaleando al son de la música. Para mí, era algo completamente nuevo, y centré toda mi actividad deportiva en las clases de spinning. Eso sí, el tabaco seguía ahí de día y de noche, como una manía muy fea y un vicio muy caro, sobre todo para mi salud.

Creo recordar que pasaron varios meses, y un día hablando con unos amigos que montaban en bici de MTB, pensé: “¿y por qué no me compro una bici de montaña y salgo con ellos?”. Sí, sí, una bici como las del gimnasio pero con ruedas. Dicho y hecho. Aún no había terminado el verano, y me compré mi primera bicicleta. Una Scott de 29” que todavía sigue siendo mi única bicicleta, hasta el momento. Yo por aquel entonces no entendía mucho de bicicletas. Me dejé aconsejar por mi pareja en aquel entonces, pero no fue una mala elección del todo, ya que pocos meses después las 29” se impusieron en el mercado por completo a las de 26”, hasta tal punto que creo que ahora mismo ya no es posible adquirir una bici de estas últimas. Supongo que ha pasado como con los televisores planos y los de tubo catódico de caja grande... "dinero, vil metal..."

Seguía con mis clases de spinning durante la semana, y los findes, en concreto sábados por la mañana, me iba con una amiga a montar en bici por ahí. Sólo llaneábamos. Cualquier carretera nos valía. Rodábamos libres, disfrutando simplemente del hecho de pedalear por la Naturaleza mientras practicábamos deporte.

laura fefi chicas mtb

Llegaron mis vacaciones de verano, y mi querida 29” y yo nos fuimos a la playa. Lo primero que me viene a la mente son los madrugones para montar en bici que sufría cada día para evitar achicharrarme bajo el sol murciano. Sólo rodaba por asfalto, ya que no conocía rutas de montaña por Águilas, y tampoco estaba preparada para perderme por los montes por mi cuenta. Además, las pasaba canutas cada vez que tenía que superar el más mínimo repecho. El caso es que llegaba siempre a mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, como si hubiese hecho el rutón de mi vida; como si viniese de haber ganado algo importante, y solo era una hora y media de llaneo, con paradas incluidas, por Águilas y alrededores.

El verano terminó, llegó septiembre y regresé a la ciudad. Allí empecé a salir en bici con un grupo de gente que había conocido por Internet gracias a foromtb.com. Poco a poco, fui conociendo más bikers principiantes como yo. Al principio, sólo chicas con las que realizaba tranquilas salidas por el río. Seguían siendo rutas muy llanas, pero el hecho de realizarlas en compañía les añadía un buen rollo extra que me animaba todavía a salir más y más.

Pronto mis salidas en bici se empezaron a alargar tanto en duración como en kilómetros recorridos. Salía cada vez que la iluminación natural y mi trabajo me lo permitían: viernes tarde, sábados y domingos por la mañana. Y durante la semana seguía yendo al gimnasio por las noches, pero las clases de spinning me empezaban a parecer algo “apagadas”. Tanto me centré en este deporte de la bicicleta, tanto me gustó, ¡¡tanto bien notaba que le estaba haciendo a mi cuerpo!!, que casi sin darme cuenta, fui fumando cada vez menos. Si fumar varios cigarros me iba a impedir estar al 100% sobre la bici, mi objetivo no podía ser otro que dejar de fumar completamente. Fumar y trasnochar me provocaban tal sentimiento de culpabilidad, que dejé de hacerlo. Fue como cuando dejas a un novio que te hace la vida imposible. Lo dejas, y después te sientes tan de maravilla, que nunca más te vuelves a acordar de él.

laura llegada relojero por primera vez mtbEl grupo de gente con el que salía se fue ampliando cada vez más gracias a Internet. Incluso formamos un grupo por Whatsapp donde compartíamos nuestra afición por este deporte, y proponíamos rutas en grupo, lo que me llevó pronto a hacer mis primeros pinitos por la montaña. “Tienes que subir hasta las antenas del Relojero”, me decían los demás bikers siempre. Pero yo miraba hasta allí arriba, y no lo veía nada claro. Para los que no lo conocéis, "el Relojero" es como llamamos a las antenas que están a unos 540 metros de altura en el monte de El Valle de Murcia. Se trata de una subida larga, constante y dura, que no todo el mundo es capaz de afrontar a la primera.

Aún recuerdo mi primera subida. Pensaba que no iba a llegar nunca arriba. Pero tras varias paradas para coger aire, me vi llegando a lo más alto. Era una tarde de viernes bastante calurosa, con mis pantalones cortos y mi camiseta de tirantes… y allí que llegaba “la globera de la Lauri”, donde no todo el mundo es capaz de llegar. Fue una experiencia única en mi vida. Sentí una satisfacción total que con pocas cosas puedo comparar. A partir de ese día, todas mis salidas debían terminar en el mismo sitio: el alto de las antenas del Relojero.

No todos los días me sentía igual, estaba claro. Una no siempre sale a dar pedales con las ganas y fuerzas necesarias como para darlo todo; pero una vez que me subía a la bici, comenzaba la subida, mi cuerpo comenzaba a sudar y apretaba los dientes hasta que conseguía llegar y coronar. Esa era una valiosa lección que me estaba enseñando la vida. Lo cierto es que en plena subida con frecuencia me hacía la misma pregunta: “¿qué necesidad tengo yo de pasar por todo esto? ¿no estaría mejor en mi cama o en el sofá de mi casa?” Pues, NO. Una vez que le había cogido el gustillo a sufrir, a saborear el sudor salado resbalando por mis labios cada vez que me estaba dejando el alma para no hacer caso a esa vocecilla que te dice que te detengas debajo de esa sombra tan maja a descansar… ya no había manera de que mi vida se alejara de una bicicleta de MTB. Para mí, eso era disfrutar de la vida al máximo, aunque alguna gente a mi alrededor, yo no sé si pensar que por envidia o celos, no se aburrían de advertirme de que me estaba obsesionando demasiado y de que la bicicleta se había convertido en un problema que me estaba ocasionando delgadez extrema y trastorno de conducta, cuando la verdad es que me sentía más “bollycao” y feliz que nunca.

Cada vez más metida en este mundillo del MTB, fui conociendo gente de todas partes. Me relacionaba con distintos grupos, ahora casi todos formados por chicos, con los que hacía rutas por cualquier parte de la Región de Murcia. El caso era no parar de montar en bici. Me dejé el tabaco por completo. Intentaba no salir tanto de fiesta por las noches para poder aprovechar las mañanas con la bici, y siempre estaba liada viendo ropa, accesorios o equipamiento de ciclismo, y comentando con mis compañeros de salidas anécdotas y vivencias relacionadas con la bicicleta… Hasta que una buena mañana, entre salida y salida, conocí a Álvaro, quien hoy es el padre de mi hijo. Él, muy descarado, se me presentó como "Torito JAF", enseñándome la pegatina que llevaba en la bici de un toro enfurecido de color rojo cual alma poseída por el diablo, lo que me hizo sonreír a la par que pensar que estaba ante el típico flipado de la vida... Pero me cayó bien. Era distinto a los demás, y encima montaba en bici. Si hasta ese momento el MTB había logrado que me dejara el tabaco; hacerme madrugar por las mañanas para salir a rodar y aprovechar así más el día; perder peso gracias tanto al deporte como a que me empezaba a cuidar más a la hora de comer…, no podía imaginar que lo mejor estaba todavía por llegar: conocer al hombre de mi vida que comparte conmigo la afición de mi vida.

laura crevillente mtb amigasDesde esa casual y bonita mañana, creo que no volví a salir en bici sin que él rodara a mi lado. Se me tuvo que notar mucho al principio, pero me daba igual. Con él a mi lado los kilómetros de las rutas se me pasaban volando. Recuerdo una frase que me dijo una vez cuando estaba acabando una ruta larga de esas de 70 km: “me gustaría que quedaran todavía otros 70 km más para poder estar más tiempo cerca de ti”. Lógicamente, esto enamora a cualquiera…

Álvaro me animó a participar tempranamente en marchas competitivas de MTB. Bueno, más bien él me lo propuso y yo fui quien iba buscando y seleccionando las marchas que más se adaptaban a mi todavía bajo nivel. No hicimos muchas, la verdad, pero sí hicimos las suficientes como para tener claro que el Mountain Bike es un deporte de superación, donde hace más el que quiere que el que puede. Este deporte debería ser recetado por los médicos para combatir el estrés, la mala leche, la ansiedad, los desamores, la depresión…

Cuando ya le estaba cogiendo el truquillo a las marchas competitivas, ¡¡¡incluso me llegué a quedar tercera en una marcha de Caravaca!!!, tuve que parar bruscamente. Estaba embarazada. Me enteré a las 6 semanas, y hasta ese feliz día estuve haciendo rutones de más de 50 km de puro MTB con más de 1000 metros de desnivel acumulado de subida.

He conocido caminos que de otra forma quizá nunca hubiese podido conocer; lugares tan bonitos que no imaginaba que estuvieran tan cerca de casa, y personas magníficas que hoy en día se han convertido en mis amigos de toda la vida. El MTB me lo ha dado todo: salud, sufrimiento, penas, alegrías… un hijo, y el amor de mi vida, que ya me está preparando una mini ruta por todo lo alto para volver a rodar en bici dentro de unos días, después de casi un año de parón por el embarazo y posterior cesárea.

Sobra decir que estoy deseando volver a montar en bici. A pesar de que estoy algo nerviosa, no veo el momento de volver a sentir ese dolor encima de la bici que te hace sentirte tan especial y que te engancha para toda la vida.

Me llamo Laura, y así me enganché al Mountain Bike.

 

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